Entrenamiento para decir adiós al pañal
Denominamos control de esfínteres al manejo voluntario que el niño aprende a dar a la expulsión de las materias fecales y la orina. En términos generales, la gran mayoría aprende a usar el baño, tanto de día como de noche, entre el año y medio y los dos años y medio. No obstante que no existen reglas fijas en cuanto a la edad para adquirir el control, es conveniente que para cuando cumpla tres años e ingrese al jardín de niños, haya conseguido el completo dominio de estas funciones fisiológicas.
El entrenamiento esfinteriano depende de factores madurativos, sociales y afectivos. En comparación con los niños, las niñas asumen con mayor rapidez la responsabilidad de ir solas al baño. Durante el proceso de autonomía del niño, las habilidades como aprender a caminar, estar limpio y hablar, son logros fundamentales que reflejan cierto grado de madurez. Además, el control de esfínteres implica también madurez emocional, porque es una de las primeras situaciones en las que el niño aprende a demorar o a renunciar una gratificación directa e inmediata en consideración a las personas que le rodean, lo cual representa un signo importante de socialización.
Para comenzar el adiestramiento, la variable importante no es la edad sino el niño mismo, y las señales que transmite para indicar que está listo para usar el baño. Estas señales tienen una base neurofisiológica y en términos generales se dan alrededor de los 18 meses de edad. Usted puede comenzar antes, pero si el niño no está maduro, el entrenamiento tendrá una duración mayor que si se espera a que haya madurado y en una semana lo habrá logrado en forma fácil y sencilla.
Estas señales o pistas son (debe presentar al menos 5 de ellas):
Se despierta con el pañal seco durante varias mañanas.
Permanece seco por más de dos horas después de cambiarle el pañal.
Orina profusamente de una sola vez y no en pequeñas cantidades durante el día.
Parece darse cuenta de que va a orinar, expresándolo a través del rostro o de las posturas especiales que adopta. Puede que “diga” durante o después de haberse orinado o se aparte en algún lugar para hacerlo.
Se quita el pañal cuando está sucio o pide que lo cambien.
Imita cuando sus padres o algún hermano va a al baño.
Muestra interés abierto por las funciones excretorias.
Es importante estar pendiente de la expresión que el niño dé de estas señales, pues de otra manera perderá interés y después resultará más difícil entrenarlo. Independientemente de haber observado lo anterior, es muy conveniente, para facilitar el entrenamiento, que el niño haya madurado lo suficiente en el control de sus dedos y manos para coger fácilmente los objetos, poder trasladarse de un lugar a otro sin ayuda y tener la capacidad de comprender y seguir
instrucciones verbales.
Asimismo, antes de iniciar el entrenamiento se deben tratar de modificar las siguientes actitudes que pudieran afectar directamente el mismo:
1) Verlo como algo sucio.- Para casi todo adulto, las heces fecales y la orina son cosas que les provocan asco y repugnancia, lo cual no deben expresar o demostrar frente al niño. Resulta que para él, (aproximadamente hasta los dos años de edad) sus excrementos son algo valioso y estimado, puesto que constituyen parte de su propio cuerpo. Por lo mismo, es preferible no jalar la cadena del baño frente a él cuando se tiran sus heces (sobre todo durante el primer semestre del segundo año) porque esto le da la idea de que algo muy suyo se va, temiendo realmente que algún día puede sucederle a él.
Otros niños suelen realizar “obras creadoras” con sus heces porque ellos no sienten repulsión. Lo mejor es no demostrar desconcierto y menos aun contrariedad, ya que tales reacciones aumentan la probabilidad de que el niño lo haga de nuevo para atraer la atención. En estos casos es conveniente proporcionarle arcilla, barro o masa para jugar, en un momento en que el niño no esté jugando con sus excrementos. Gradualmente, éstos perderán su encanto para el niño.
2) Festejarle que use el baño.- En algunas familias, el hecho de que el niño haya hecho pipí o popó en el baño es todo un acontecimiento ya que le dan premios o lo miman más durante esta etapa. Esto provoca que una función completamente natural, se convierta en una proeza de la cual en niño sabrá sacar provecho.
Si el niño necesita llamar la atención, preocupar a sus padres o reclamar afecto o aceptación, seguramente lo logrará dejando sus deposiciones donde no debe, o bien estreñirse dos o tres días u orinarse en los pantalones. Es importante la relación del entrenamiento con el ambiente afectivo del niño.
No es necesario hacer que el entrenamiento lo conviertan en la figura central de la familia, sino tratarlos en forma natural. Y lo más importante, rodearlo de amor y aceptación…siempre.
Cómo comenzar:
Destinar para el entrenamiento una bacinilla, baño infantil o sillita entrenadora que sea lo suficientemente cómoda y que permita que los pies del niño lleguen completamente al suelo.
Mantener este implemento en un lugar siempre fijo (de preferencia en el baño) para que se encuentre accesible al niño en el momento en que lo necesite.
Ponerle pantalones y calzón que pueda bajarse él solo, sin cierres, cinturones o botones que lo demoren demasiado.
Decirle que ya es tiempo de que deje el pañal y aprender a usar el baño como lo hacen los demás. Indicarle el lugar específico y pedirle que cuando sienta ganas de hacer pipí o popó debe hacerlo en ese lugar.
Al principio, puede llevarlo al baño regularmente, evitando forzarlo a que se quede ahí sentado “hasta que le den ganas”. Enseñarle poco a poco a que él solo se baje el pantalón y no preguntarle constantemente si tiene deseos de ir al baño. El niño debe aprender a acudir por él mismo ante la sensación de su vejiga llena y no depender de las sugerencias de mamá, que posteriormente lo hagan sentirse confundido cuando ella no esté.
Cuando el niño haga lo esperado, darle una caricia haciéndole notar lo cómodo que se siente estar limpio. El debe sentir que es un logro de él, no de sus padres.
Se le debe enseñar, cada que sea necesario, que la orina y las heces ya no le sirven para nada a su cuerpo y que debe depositarlas en un lugar específico con el fin de que se mantenga limpio y así evite enfermarse. El niño debe aprender que esto es un beneficio para él mismo, no para sus padres.
Es de esperarse que los niños aprendan primero a regular las defecaciones que las micciones, sin embargo puede haber excepciones.
Primero se regula de día y después de noche.
Primero regulan en casa y después generalizan a otras situaciones. Por lo que es imprescindible que el entrenamiento se haga en el hogar del niño.
Se recomienda consultar al médico cuando hayan existido trastornos urinarios que pudieran
interferir con el entrenamiento, o cuando el niño haya pasado las edades establecidas para el control y no lo haya logrado ya sea de día, de noche o ambos. Por otra parte, se sugiere solicitar asesoría psicológica cuando existan dudas que limiten el entrenamiento; cuando el niño se resiste persistentemente a dejar el pañal o cuando lo logra pero con intermitentes estreñimientos o falta de regulación en el control esfinteriano.
Psic. Leonor Lozano, PhD.
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