¿Qué hacer cuando no quiere comer?
Una de las cosas que más les preocupa a los padres es saber que sus hijos no están comiendo lo suficiente, contrariamente a las pocas veces que les preocupa si comen demasiado o en exceso.
El hambre es una necesidad fisiológica como lo es la sed, el sueño, etc., y puede verse alterada por diversos factores que pueden ser desde orgánicos, psicológicos y/o sociales, como veremos más adelante.
Algunos niños nacen con un apetito bastante bueno que se mantiene así, inclusive cuando están enfermos, pero existen otros que poseen un apetito más moderado que se afecta más fácilmente ante circunstancias variadas. Normalmente, el apetito es inconstante y las necesidades de comida varían con la edad, estado emocional, la fatiga y hasta con el clima.
Lo cierto es que todos los niños nacen con suficiente apetito para mantenerse sanos y aumentar de peso según un ritmo propio e individual, ya que poseen un mecanismo innato que les permite saber la cantidad y tipo de alimento que necesitan para su normal desarrollo.
Aun así y no obstante que el hambre es una necesidad fisiológica, se deben establecer hábitos alimenticios necesarios para favorecer el adecuado crecimiento físico y mental del niño.
Generalmente los padres se preocupan más porque su hijo no come, cuando recién ha cumplido el primer año, debido a que cambian sus necesidades de alimento comiendo menos veces al día y en menor cantidad. Además, a esta edad comienzan a darle golosinas o ya es capaz de alcanzar por él mismo algunos alimentos que ingiere entre comidas, lo cual repercute en su apetito.
A continuación, se dan algunas recomendaciones y tácticas que les serán de mucha utilidad, ya sea para evitar problemas futuros o resolver algunos ya existentes.
** La dieta de los niños debe ser balanceada conteniendo porciones de las siguientes categorías de alimentos:
– Leche y productos lácteos.
– Carne, aves y pescado.
– Huevos.
– Frutas y vegetales.
– Cereales.
** No alarmarse cuando el niño coma poco.- El niño aprende lo que ve. Algunos padres se sienten angustiados incluso desde las primeras manifestaciones de inapetencia y hasta culpables porque su hijo no quiere comer. Es importante buscar primero la causa, antes de reflejar en el niño cualquier sentimiento negativo.
** Descartar la posibilidad de que esté enfermo.- Aunque la mayoría de las veces no se debe a enfermedad, es necesaria la valoración del pediatra, sobre todo si ha habido una baja considerable de peso. Si el niño acaba de recuperarse de una enfermedad, se debe esperar pacientemente a que recobre por él mismo su apetito.
** Frecuencia entre las comidas.- A partir de los tres años, ofrecer sólo tres comidas al día, siempre en un horario establecido por los padres, no por el niño. A los dos años puede necesitar una toma más de leche, pero con intervalos no menores de cuatro horas.
** Cantidad de alimentos.- La alimentación es cuestión de calidad no de cantidad. Si la dieta del niño está bien balanceada, es mejor que coma menos a que coma más, ya que así prevenimos que en su adolescencia y vida adulta se tenga que someter a dietas constantes para bajar de peso. Nunca se le debe obligar a que se coma hasta la última migaja del plato, ni tenerle a su alcance alimentos para que los coma a cualquier hora y sin control. Si acostumbra un refrigerio vespertino que sea ligero y a base alimentos naturales sin conservadores o colorantes.
** Alimentos entre comidas.- Cuando un niño tiene problemas con su apetito, debe evitarse que ingiera alimentos o bebidas entre comidas, mucho menos golosinas o alimentos chatarra. Además de que afectan el apetito y favorecen la obesidad y la desnutrición, son dañinos para los dientes. El azúcar debe verse como un veneno. Con la fruta se satisfacen las necesidades correspondientes.
** Nunca forzarlo a comer.- Mucho menos amenazarlo con un castigo o hacerle promesas para que coma (que es otra forma de forzarlo). Los niños aprenden a sacar provecho de que a sus padres les importa mucho (a veces demasiado) lo que ellos comen. Es por eso que vuelven voluntaria su falta de apetito ya que sus padres centran su atención en “el no comer”. El niño debe captar que sus padres se preocupan por él, no por su falta de apetito. Así que debe comer para satisfacer su hambre (necesidad fisiológica), no para obtener atención, aprobación o afecto.
Si el niño dice que no quiere comer o que no le gusta, se debe ignorar el contenido de su comentario y aprovechar la oportunidad para involucrarlo en la conversación familiar.
Si quiere comer él solo, debe permitírsele sin demostrarle enojo por lo que ensucia o por la comida que se le cae; si comienza a jugar, debe retirarse el plato después de habérselo advertido un par de veces.
** Atmósfera emocional.- El ambiente afectivo que rodea al niño influye en su apetito por lo que se debe procurar un ambiente familiar tranquilo, libre de conflictos y tensiones que favorezcan su equilibrio emocional. Esto nunca se da por casualidad, ustedes como padres deben saber lo que quieren para sus hijos y hacer todo lo posible por lograrlo. Especialmente el momento de las comidas debe ser apacible, procurando no hablar de problemas, acompañado de música suave y no comer viendo el televisor ni criticando constantemente los modales en la mesa.
Si el niño es un alborotador durante la comida, simplemente debe pedírsele que abandone temporalmente el comedor mientras logra controlarse. No se debe discutir su comportamiento a esa hora.
** Los niños lentos para comer.- Si el niño pierde el tiempo excesivamente con su alimento, darle una o dos llamadas de atención, pero no más. Cuando los demás hayan terminado, recoger los platos incluyendo el de él, sin comentarios. El niño modificará su comportamiento por lo que los padres hagan, no tanto por lo que le digan. Si aun tiene hambre no conviene ceder, en nada le afecta un poco de ayuno. Hacer lo mismo si ya es mayor y se le llama a comer varias veces y no acude a la mesa.
** Circunstancias extraordinarias.- Observar si en el ambiente que rodea al niño han sucedido hechos fuera de la rutina diaria que hayan incrementado su nivel de ansiedad y como consecuencia provocado la inapetencia. Por ejemplo, el nacimiento de un hermano, cambio o ingreso a la escuela, cambio de domicilio, de nana o guardería, divorcio o separación de los padres, enfermedades frecuentes en él o en algún miembro de la familia, castigos frecuentes, etc.
Si es así, hay que darle un tiempo para que recupere su apetito gradualmente según se vaya resolviendo el conflicto. Pero si los padres sienten que son situaciones que difícilmente pueden manejar ellos solos, es conveniente solicitar orientación profesional.
** Imitar a los padres.- Si los padres son melindrosos para la comida (no les gusta la cebolla o cualquier alimento) o si se someten constantemente a dieta, los niños aprenden también a comportarse de esa forma afectando su apetito.
Todos los puntos sugeridos tienen el objetivo de que ustedes manejen desde el hogar el problema de inapetencia de su hijo, antes de solicitar una orientación profesional. Todos ellos son generalidades aplicables a la mayoría de los niños. Pero si ustedes consideran que existen aún inquietudes o dudas al respecto, no duden en solicitar la consulta que se enfoque particularmente en su hijo.
LIC. LEONOR LOZANO GLEZ. Ph.D
Psicóloga Clínica Infantil
Dirección General.